Sexto semestre

sábado, 8 de octubre de 2011

Medio Oriente en la Primera Guerra Mundial

La Primera Guerra Mundial tuvo consecuencias decisivas para la situación y evolución posterior de Medio Oriente. Tales consecuencias alcanzaron una amplitud mayor debido a que la potencia que administró estos países hasta la Primera Guerra Mundial, el Imperio Turco, fue aliado de Alemania y de Austria en el conflicto. Durante la guerra, el Medio Oriente constituyó un importante centro de operaciones militares. La regulación de la paz que puso fin a la misma estableció sobre la región un reparto territorial que se mantuvo sin cambios hasta los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, y que conllevó una extensión de la dominación europea que se impuso sobre los anhelos nacionalistas de los pueblos árabes.
Con respecto al pueblo árabe, en tiempos de la Primera Guerra Mundial, con Turquía aliada de Alemania y con el sionismo en vías de conseguir la Declaración Balfour, el nacionalismo árabe también se mostraba activo y entraba en contacto con Gran Bretaña en un común frente antiturco.
En ese tiempo, existían dos principales centros de actividad nacionalista árabe; por un lado se encontraba en el área Líbano-Siria-Irak, los grupos organizados en sociedades secretas antiturcas, algunos de ellos exiliados en París, que buscaban el apoyo de Francia y Gran Bretaña en su acción contra los otomanos, y cuyo nacionalismo era algo confuso e impreciso, sin llegar a definir claramente sus objetivos. Y por otro, en la Península Arábiga se habían formado unos reinos árabes de modo guerrero y feudal, teóricamente sometidos a la soberanía turca, pero en la práctica, autónomos personalizados en torno a jefes tradicionales.
Gran Bretaña, que deseaba favorecer el levantamiento de los árabes contra los turcos para derrotarles y expulsarlos de la región al tiempo que proyectaba imponer su propio dominio sobre la zona por razones tanto políticas como económicas, estableció negociaciones con Hussein del Hedjaz proveniente de la familia hachemita descendiente del Profeta, y del Nejd regido por Ibn Saud, de los wahabitas. Hussein aspiraba a transformarse, con la ayuda británica, en el rey de una nación árabe, independiente y unida.
Desde comienzos de 1917 Gran Bretaña revela los verdaderos objetivos de su política en Medio Oriente, contando con la colaboración de Francia: el dominio sobre Palestina y Mesopotamia con el fin de asegurar, por un lado, el control de los Santos Lugares y la cooperación del sionismo internacional, y por otro, el dominio de los campos petrolíferos de Irak.
Gran Bretaña y Francia mantuvieron negociaciones sobre sus respectivos intereses y compromisos en la región que llevaron en mayo de 1916 a los acuerdos Sykes-Picot, por la que los países árabes quedaban divididos en zonas de influencia británica y francesa, que configuraban los futuros Mandatos. La ambiciosa estrategia británica suponía la indispensable cooperación de los árabes, comenzando por Hussein, cuyos intereses estarán en lo sucesivo ligados a los de Gran Bretaña. La coalición anglo-árabe obligó rápidamente a los turcos a evacuar Palestina y Siria. Las tropas árabes continuaron la lucha ocupando Damasco en octubre de 1918, llevando a la cabeza al emir Feysal, hijo y representante personal del rey Hussein. El Hedjaz fue considerado estado beligerante, participando en la firma de los tratados de paz de París en 1919-1920.
Con respecto al movimiento sionista fueron las nuevas circunstancias creadas durante la Primera Guerra Mundial las que hicieron posible que el sionismo alcanzara por fin gran parte de sus objetivos: la derrota y el hundimiento del Imperio Otomano, la ocupación de Palestina por los británicos, que se encargaron al término del conflicto de su administración como mandato, y el acuerdo del gobierno británico con sus aliados en el plano internacional que permitió a Gran Bretaña definir su postura hacia el sionismo en un sentido favorable a sus deseos de crear un hogar nacional judío en Palestina: éste es el significado y valor de la Declaración Balfour de noviembre de 1917.
Lo grave y contradictorio de este compromiso es que chocaba frontalmente con las promesas hechas casi de forma paralela al nacionalismo árabe y con las esperanzas de amplios sectores del pueblo árabe que consideraban Palestina como territorio propio que habría de integrar la futura gran nación árabe, unida e independiente. De esta forma, nacionalismo árabe y el sionismo estaban destinados a enfrentarse en Palestina que, por el momento, quedaba bajo control y administración británicos como mandato.

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